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Una «tormenta de fuego» sobre Alemania: El verdadero holocausto
Artículo publicado por Agencia
Nacionalista de Noticias en
Facebook
La Conferencia de Yalta,
en la que Roosevelt, Churchill y
Stalin sentenciaron el desarme y la partición de
Alemania, había acabado dos días atrás. Se daba la guerra por terminada y
algunos niños, tímidamente, se habían disfrazado para celebrar la
versión de tiempos de guerra y miseria del Fasching, el carnaval alemán.
Muchos de ellos acababan de regresar de las zonas rurales a las que
habían sido evacuados en 1943. Corría incluso el rumor de que, dada la
situación de Berlín, donde no quedaba piedra sobre piedra, los
vencedores la habían reservado como nueva capital administrativa. Por
eso, a las 21.51 horas, cuando comenzaron a sonar las alarmas, muchos no
las tomaron en serio, porque un bombardeo, a esas alturas, no tenía
sentido.
Lo primero que vieron fueron las luces de
bengala que los alemanes llamaban irónicamente «árboles de
navidad», arrojadas por los veloces De Havilland
Mosquito, que bajaban en picado e iluminaban los objetivos.
Después los reflejos de las «window», o tiras de
aluminio para despistar a los radares.
Este método de
bombardeo había ido perfeccionándose en dos años de guerra total y
había conseguido su máximo exponente en Hamburgo, con la
'operación Gomorra': la noche del 24 de julio de
1943, 354 Lancaster, 239 Halifax,
120 Stirling y 68 Wellington
soltaron toneladas de estas «window»,
bloqueando las defensas. Tras cumplir los aviones marcadores de blancos
su tarea, la primera oleada descargó 2.396 toneladas de bombas, plagando
la ciudad de incendios. Las fuerzas de rescate no daban abasto y el
caos era total.
Tras una deliberada pausa, en la que
los supervivientes salen de los refugios y tratan de empezar a rescatar
heridos, fue lanzada otra oleada de bombas, estas incendiarias. Las
llamas penetraban por techos rotos, puertas, ventanas y escaleras, en lo
que se conoce como «tormenta de fuego»: por efecto
de convección, el aire caliente sube, succiona el de los lados y crea
corrientes de aire caliente que alcanzan miles de grados centígrados a
cientos de kilómetros por hora. El área es desecada, el oxigeno
desaparece, nada sobrevive. Quienes intentaron protegerse en piscinas o
estanques, murieron cocidos.
A mediodía del 25 de
julio, la Octava Fuerza Aérea de EE.UU., con base en
Inglaterra, lanzaba otros 127 bombarderos contra el astillero de
submarinos Blohm&Voss y la fábrica de motores
de aviación Klockner, sobre una ciudad de muertos.
En 10 días, la RAF lanzó 8.621 toneladas de bombas,
devastó 22 kilómetros cuadrados de terreno y mató a 40.000 personas,
además de dejar a otras 37.000 con heridas graves. Las temperaturas
alcanzaron más de 100.000 grados centígrados y los vientos de la
tormenta de fuego llegaron a soplar a más de 250 kilómetros por
hora.
En el caso de Dresde, sin embargo, los
bombardeos se concentraron en 24 horas. Y hay que anotar otras dos
importantes diferencias: no había objetivos estratégicos o fábricas de
armas. La Florencia del Elba, además, se encontraba
especialmente desprotegida. No había cañones antiaéreos ni reflectores.
Unas semanas antes, la escasa artillería antiaérea había sido desmontada
y enviada a la cuenca del Ruhr o los frentes del este. A lo que Dresde
temía, en febrero de 1945, era al Ejército Rojo, no al aliado. Esa
mañana de martes de carnaval, los jóvenes hermanos Hoch, miembros de una
familia aristocrática prusiana, que temía por su futuro ante el avance
ruso, recorrieron el centro de Dresde, fotografiando los lugares de su
vida cotidiana y los bellos monumentos de la ciudad en que habían vivido
sus antepasados, para que su madre los recordase en el exilio. Huyeron
esa tarde, sin saber que habían visto Dresde por última vez y sin
sospechar que aquellas fotos cobrarían un valor histórico. A las 10.40
del miércoles de ceniza, una gran cruz de hierro cayó desde una altura
de 90 metros arrastrando tras ella la cúpula de la Frauenkirche, la
principal iglesia protestante alemana, convertida en un horno, y cuyo
perfil había sido la imagen de Dresde. No pudo terminarse su
reconstrucción hasta 2005.
El número de víctimas
mortales nunca ha podido establecerse con exactitud. En los días
siguientes al bombardeo, todavía en estado de
'shock', los supervivientes apilaron alrededor de dos
decenas de miles de cuerpos en una de las plazas principales, según
testimonios directos. Fueron depositados sobre los enormes listones
metálicos que habían formado parte de las persianas en los escaparates
de unos grandes almacenes de la ciudad, y allí quemados con lanzallamas
en turnos de varios miles de cuerpos cada vez, para evitar que se
propagasen más enfermedades. En 1993 se descubrieron en el Archivo
Municipal documentos de la oficina que gestionaba los cementerios
municipales y que anotan el enterramiento de otras 21.271
víctimas.
Para mayor información recomendamos el
capítulo 'Terrorismo aéreo' del libro 'Los
crímenes de los buenos' de Joaquin
Bochaca:
http://vho.org/aaargh/fran/livres4/Bochaca-Crimines.pdf
Fuente: http://www.facebook.com/photo.php?fbid=447084208669061&set=a.433293933381422.108597.236387276405423 |
Categoría: Historia, revisionismo y NWO | Ha añadido: JavierOrozco (2012-Ago-21)
| Autor: Agencia Nacionalista de Noticias W
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Visiones: 906
| Ranking: 5.0/2 |
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Escudo |
| Tiene el toque de antigüedad y nobleza que hacen de este escudo algo muy original. La corona representa la realeza, el cuervo a Enki y en heráldica esta ave representa a un guardián, un protector y encima este cuervo sostiene una espada con la que va a proteger a los suyos. Los dos leones de Isis, en heráldica representan valor y esfuerzo de los caballeros que han ejecutado alguna atrevida empresa, valiéndose más de la astucia que de la fuerza. En este caso son dos leones rampantes y tenantes que sostienen el escudo cuartelado con los sigils de la Corona, o los símbolos de los seres de mayor jerarquía que poseemos, los Dioses. Al centro figura el símbolo del orígen de la sabiduría hiperbórea. El lambrequín está tirado para atrás y tiene una coloración distinta y polarizada (rojo y azul) y rematamos a esta obra con nuestro grito de guerra que dice: "La decisión de ser un dios es tuya". |
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