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    A. Kubicek - Hitler, mi amigo de juventud
    2011-May-30, 1:30 PM


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    La decisión de recopilar mis recuerdos de infancia al lado de Adolfo Hitler, me ha sido difícil; son grandes, pues, las probabilidades de no ser comprendido. Sin embargo, los dieciséis meses de cautiverio americano a que tuve que someterme en el año 1945, a mis cincuenta y siete años, han quebrantado mi salud de por sí ya no muy fuerte; y es por ello que quiero aprovechar los años que me han sido todavía concedidos.

    En los años de 1904 a 1908 viví yo al lado de Adolfo Hitler como el único de sus amigos, primero en Linz, y después en Viena, donde compartíamos la misma habitación. Aun cuando se trata de aquellos años de evolución y desarrollo, en los que va marcándose lentamente el sello de la personalidad de un hombre, poco es lo que se conoce de tan importante capítulo en la vida de Adolfo Hitler, y este poco no es, además, siempre verdad. Al referirse a este período, el mismo Hitler se ha limitado siempre a algunas observaciones bastante fugaces. Es por ello que opino que estas páginas pueden contribuir a aclarar el cuadro que al presente se ha hecho de Adolfo Hitler, sea cual sea el punto de vista desde el que se examine. El supremo principio que me guía, es: redactar estos recuerdos de infancia sin añadir, pero tampoco silenciar nada. No quiero decir más que lo que fue.

    Por todo ello no me gustaría que esta obra fuera incluida entre la habitual literatura sensacionalista en torno a Hitler. He demorado la publicación de esta obra hasta ver disminuido el interés despertado por esta clase de literatura, y cuando cabe esperar que habrá de ser tomada en serio por los hombres conscientes y de pensar objetivo, al publicarse un libro sobre Adolfo Hitler. Sería falso querer añadir a estos recuerdos y vivencias comunes de juventud, pensamientos y opiniones propios de los capítulos posteriores de la vida de Hitler.

    He procurado celosamente mantenerme alejado de estos peligros, y consignar mis recuerdos de aquellos tiempos de la misma manera como si Adolfo Hitler, con el que tuve una amistad tan íntima, hubiera seguido siendo durante toda su vida un desconocido o hubiera caído en la Primera Guerra Mundial.

    Comprendo perfectamente las enormes dificultades que se oponen a mi propósito de recordar y escribir sucesos y acontecimientos que se remontan a más de cuarenta años. Sin embargo, mi amistad con Adolfo Hitler llevó marcada, ya desde un principio, la importancia de lo extraordinario, de forma que los detalles han quedado más firmemente grabados en mi recuerdo de lo que es usual en las relaciones mas indiferentes. Por otra parte, me sentía también obligado al mayor agradecimiento hacia Adolfo Hitler, por haber sido él quien pudo persuadir a mi padre de que mis inclinaciones y aptitudes musicales no me llamaban al taller, sino al Conservatorio.

    Esto cambio, decisivo para el ulterior curso de mi vida, y que el joven Hitler, que entonces contaba sólo dieciocho años, consiguió imponer a pesar de las resistencias que me rodeaban, dio a mis ojos un superior realce a nuestra amistad. Es por ello, también, que su recuerdo ha quedado tan firmemente grabado en mi mente. Debo añadir, además, que yo, a Dios gracias, gozo de una excelente memoria, que, de todas formas, es eminentemente acústica. Para la redacción de esta obra han sido para mí una gran ayuda las cartas, tarjetas y dibujos recibidos de mi amigo, y, de otra parte, las anotaciones tomadas por mí mismo hace ya mucho tiempo.

    Si nuestro pueblo quiere recuperar algún día la confianza en sí mismo, tan quebrantada en estos últimos tiempos, debe procurar superar este difícil y penoso capitulo de su historia, es decir sin ningún impulso desde el exterior. Esto no puede conseguirse, es cierto, por falsas "revelaciones" o juicios unilaterales, sino por la representación objetiva, justa y, en consecuencia, realmente convincente de los acontecimientos históricos. Y confío poder contribuir a ello en el modesto marco de esta obra.

    - Eferding, agosto de 1953.

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    Categoría: August Kubizek | Ha añadido: JavierOrozco
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    Escudo

    Tiene el toque de antigüedad y nobleza que hacen de este escudo algo muy original. La corona representa la realeza, el cuervo a Enki y en heráldica esta ave representa a un guardián, un protector y encima este cuervo sostiene una espada con la que va a proteger a los suyos. Los dos leones de Isis, en heráldica representan valor y esfuerzo de los caballeros que han ejecutado alguna atrevida empresa, valiéndose más de la astucia que de la fuerza. En este caso son dos leones rampantes y tenantes que sostienen el escudo cuartelado con los sigils de la Corona, o los símbolos de los seres de mayor jerarquía que poseemos, los Dioses. Al centro figura el símbolo del orígen de la sabiduría hiperbórea. El lambrequín está tirado para atrás y tiene una coloración distinta y polarizada (rojo y azul) y rematamos a esta obra con nuestro grito de guerra que dice: "La decisión de ser un dios es tuya".

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    El Águila bicéfala representa el dominio de dos lugares, se remonta su uso a las culturas humanas mas antiguas, Sumeria representó con este símbolo el dominio de oriente y occidente. Luego, este símbolo fue tomado por las culturas que le sucedieron y se estandarizó su uso. Ahora nosotros los herederos de la corona, usamos este símbolo para representar nuestra presencia tanto en este plano como en el otro.